12 abr 2010

Dos cuerpos


Hacía mucho calor, ese calor que se te mete en los huesos y prende dentro de ti como una chispa prende en la hierba seca.
Ella sentada a su lado sentía vibrar todo su cuerpo en una mezcla de pasión y miedo a la vez. Se derretía con esa mirada, esa mirada penetrante, esa mirada lejana y tan próxima a la vez. Ninguna palabra interrumpía aquel momento. El tiempo parecía no transcurrir cuando las manos se juntaron, sudadas, calientes, buscándose con timidez.
Él deslizó la yema de su dedo desde la punta de los de ella hasta los hombros, recreándose en cada milímetro de su piel, esa piel tersa y suave que tantas veces había soñado poseer.
Ella se estremeció con un escalofrío. Tenía ganas de correr pero también de alargar la espera besando esos labios, ese cuello…Una electricidad magnética los rodeaba y deseosos de unirse en uno solo, se abrazaron, alimentándose el uno del otro con ansiedad y sin pausa. Sus manos empezaron a contornear el cuerpo ajeno, parándose en cada línea, cada curva, hasta encontrarse mutuamente enlazadas y aferrando cada momento como si fuese el último.
Sus labios entreabiertos se buscaban, deseosos de aplacar su sed de amor, mientras sus lenguas revoloteaban en sus bocas, cual mariposas en primavera, jugando, rozándose y dejándose desear por el otro. Mientras tanto, sus manos acariciaban sus espaldas, dejándose caer hasta donde estas pierden su digno nombre, provocando sensaciones entre el deseo de alejarse y el de apretar sus cuerpos mas aún, buscando sentir el calor del sexo del otro. Así siguieron durante un rato hasta que él, de pronto, le agarro los brazos e hizo que estos rodearan su cabeza, dejando libre el torso de ella, para que sus manos lo recorrieran, produciendo en ella una sensación entre cosquilleo y escalofrío. Sus cuerpos uno contra el otro permitieron que él notara como a ella se le endurecían los pezones, produciendo en ambos una mayor sensación de deseo. Él volvió a recorrer su torso, esta vez rozando sutilmente sus senos, pero lo suficiente para que ella lo notase.
De pronto ella retrocedió, desconcertándolo, pero sin decir nada, se abalanzó sobre él, haciéndole caer de espaladas.
Se besaron con un deseo irrefrenable, saboreando cada parte de sus labios. Sutilmente ella comenzó a mordisquear su cuello, el lóbulo de sus orejas, suavemente, reteniendo las manos de él con las suyas, no quería que la tocara todavía, solo quería que él sintiera el calor de su cuerpo y así inflamar su pasión cada vez más. Ella pasó la lengua por su cuello, bajando lentamente, buscando los botones de su camisa y con mucha delicadeza comenzó a desabrocharlos, rozando con la yema de sus dedos el pecho varonil que tanto deseaba. Él no podía hacer otra cosa que cerrar los ojos y notar como todo su ser se hinchaba de loca pasión por ella. Le quitó la camisa y tomó sus manos para posarlas en sus pechos calientes y deseosos de vibrar bajo el ritmo de sus manos. Ella sentía como el centro de su universo se iba tornando húmedo. Aquel a quien tanto deseaba iba por fin a ser suyo, iba a fundirse con él como no lo había hecho nunca antes...
En aquel momento aquélla mirada angelical se tornó cruel y asesina, dejándolo atónito delante de aquélla transformación casi felina. Ella poso su mirada en la mesita mientras se mordía los labios. Metió una mano en el primer cajón, de donde saco una venda, la cual utilizó para quitarle uno de sus sentidos.
Él, mientras tanto, sin poder ver nada, notó como algo muy frío le apretaba las muñecas y mas tarde oyó un chasquido que le dejo totalmente indefenso a la voluntad de su amiga felina... Notó un suave roce, cosquilleante, labio contra labio, quiso besarla con dulzura pero ella se apartó dejándolo totalmente sediento de amor... De pronto sintió un contacto helado, penetrando en él como una puñalada. Su cuerpo se erizó, cada poro de su piel estaba deseando saber que le esperaba. Justo detrás de aquel recorrido frío, sintió una caricia cálida y húmeda, cuando comenzaba a acostumbrarse a ella, otra punzada helada comenzó a recorrerle nuevamente el pecho. Arqueo la espalda, dejó escapar un suave gemido, sabía que luego vendría una caricia caliente que calmaría aquella frialdad. Su mente turbada de deseo no podía sino rendirse a un mundo de sensaciones, entonces notó como el cuerpo cálido de su amante bajaba lentamente entre sus piernas. Ella, que ardía de pasión abrió sus piernas para sentarse encima de él y dejar entrar lentamente en su interior el objeto de sus deseos...
Parecía que estuviera acomodándose, acostumbrándose a la presencia de su sexo dentro de ella, mientras seguía jugando con aquel objeto frió, que le tenía intrigado y que cada vez que lo sentía posar sobre su piel, lograba que su miembro se endureciera más y más. Ella comenzó un tímido vaivén de adelante hacia atrás que fue relajándolo poco a poco de la tensión producida por el misterioso, húmedo y helado objeto que lo martirizaba a la vez que le producía placenteras sensaciones. Fue entonces cuando comenzó a percibir un leve olor a fresa, mas ácido que dulzón, pero inconfundible. Ella había estado jugando con una fresa helada por todo su cuerpo, pero con el calor que este desprendía, se había ido derritiendo, tanto como el se derretía por los encantos de su amada. Entonces posó la fresa en los labios de él. Aún estaba bastante fría, pero ya no era un frío cortante como antes. Comenzó a jugar con ella, correteando por sus labios, impidiendo que este la mordiera. Tan solo era capaz de tocarla con la punta de su lengua o rozarla levemente con los dientes. Entonces ella le dijo "no la muerdas, solo chúpala" y así hizo él. Comenzó a chuparla suavemente, jugando con sus labios y su lengua, notando como la fresa se iba templando, cuando de pronto ella la retiró. Él notó como ella se inclinaba sobre su cuerpo, a la vez que seguía con el vaivén, haciendo que el sexo de él, entrara y saliera de su vagina húmeda, él aguardaba impaciente volver a saborear la fresa cuando se sorprendió con algo bastante más tibio en sus labios. Ella había agarrado uno de sus pechos y había posado su pezón en los labios de él.
Impulsivamente lo besó. Primero con ternura, luego con alevosía... Terminó lamiéndolo en un río de pasión, notando como se endurecía y crecía dentro de su boca, ardiendo a cada segundo. No pudo contenerse más y lo mordió, estirándolo.
El sudor lo empapaba todo, sus sexos se atraían y se repelían como un imán, quemándose uno con otro. Quería verla, tocarla, sujetarla entre sus brazos y llevar por fin las riendas. Notó un suave ruido, casi sagrado, con el que pudo liberar pos fin sus manos y con estas retirar su oscuridad. La tenue luz rebotaba en las gotas de placer, deslumbrando sus ojos. Abriéndose paso entre la luz encontró por fin la fruta prohibida, levantándola con la fuerza de la lujuria y posándola en la cama a su merced. Abrió con ímpetu sus piernas y se desplomó en su interior. Con la punta de la lengua acariciaba sin tocar cada rincón, visitaba cada uno de sus parajes, quedándose para saborear cada roce, cada escalofrío del cuerpo de su amada. Ella le cogía por el pelo y lo apretaba contra sí, dejando que saboreara el néctar de sus afrutados labios...
Aquella sensación y la fogosidad de su amado hacían que ella no pudiera contener la necesidad de poseerlo, lo dejó embeberse en su licores, embriagarse de su sabor. El calor era insoportable y a la vez plagado de olores, el olor de la lujuria, deseaba sentir el sabor salado del sudor de su piel, cerró sus ojos y se dejo llevar por el éxtasis de las caricias que le proporcionaba. Su boca entreabierta dejaba escapar pequeños gemidos que iban llenando el ambiente.
Él estaba enteramente dedicado a deleitarse con la intimidad del cuerpo que tanto deseaba, despacio, palmo a palmo, lamiendo y volviendo a lamer con delicadeza y luego con más fuerza. Ella estaba al borde de la locura. De pronto exclamó   para, quiero sentirte dentro de mí  . Sin pensarlo, él la miró a los ojos y con un movimiento propio de un gran felino, caminó hasta encontrar la boca de su amada, para fundirse en un beso apasionado húmedo y diferente. El que da el momento más íntimo, la mirada que suplica, el aliento que quema. Despacio, muy despacio fue entrando hasta el rincón mas oculto, proporcionándole lo que ella más deseaba, el ímpetu y la hombría que tanto le gustaban. Sus cuerpos marcaban una danza, se fundían el uno con el otro, como cabalgando en lo alto de una ola que inexorablemente va a romper en la arena. Querían que ese momento no llegara, permanecer así, en ese punto en que se pierde la razón y solo habla la piel...
El ritmo se aceleró, no podían evitar dejarse llevar por él. Se buscaron, atrayéndose. Todo era turbación y desenfreno, y así, cuando ya no pudieron dar más, él se vació para ella en medio de besos, gemidos y de palabras confusas dichas al oído. Llegaron juntos a la cima del placer, cayendo derrotados, extenuados, con esa sensación de entrega, de haberlo dado todo.
Ella lo dejó reposar en su pecho, le acarició dulcemente el pelo, la frente sudada, besó cada centímetro de su rostro, sus manos, sus hombros…
Ahí estaba, el guerrero descansando después de la batalla. Y su olor… ¡cómo la embargaba su olor! Sólo tenía que cerrar los ojos para volver a sentirse excitada.
Pero ahora ya no tenía prisa…Él era suyo y ella suya a la vez. Y se dejó llevar hasta el mundo de los sueños con lágrimas en los ojos. Pero por primera vez en mucho tiempo, eran de felicidad.

7 abr 2010

El factor De Gaulle


Es curioso cómo a veces perdemos la capacidad de seguir nuestras propias decisiones…
Ya hace bastante tiempo que vengo soportando esta situación. Y la verdad es que la odio.
Todos los días reflexiono horas y horas sobre lo que debería hacer y lo que no. Siento que me encuentro ante una bifurcación y no sé que camino seguir. En medio hay una señal con dos carteles que apuntan a direcciones distintas. Uno dice "Olvídale y sigue con tu camino", el otro por el contrario dice "No te rindas. Puedes conseguirlo".
De pronto lo veo todo claro y estoy completamente decidida. –No merece la pena sufrir tanto. Desisto.- Me digo. Pero entonces, él aparece, y toda la determinación que había sido capaz de reunir me abandona…
¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué cada vez que me habla no soy capaz de pensar con lucidez?
¿Por qué cuando me mira no puedo apartar la mirada? ¿Qué es ese algo tan especial que me atrae irremediablemente hacia él?
Yo de momento, no he logrado averiguarlo….